Entrada migrada del antiguo blog (Publicación:2008-10-28)
¿Y ese moño? Es que se murió fulanito. ¿Cómo fue? El fin de semana se ahogó en Acapulco… que lastima, era muy listo….
Hace ya varios meses, un gran elemento del laboratorio de la Facultad se murió.
Él no solo se desempeñaba en varios proyectos simultáneamente, además fue uno de los desarrolladores de la presa virtual “El Cajón”. Yo lo conocí y en verdad que era un genio ¿pero saben? Al final, nada de eso importa.
Después de su muerte otros ocuparon los lugares que dejo vacantes. El luto que la Universidad le rindió a uno de sus elementos destacables consistió en un moño negro pegado a la puerta del laboratorio por un par de semanas (en realidad el luto fue de los miembros del laboratorio y no de la UNAM).
Así la vida. ¡No le importa nada! ella siempre continua su perpetuo andar sin inmutarse siquiera de los agravios que nos causa. Lo que, desde luego, nos reduce (a los humanos) a ser “nada”.
Pensemos un momento: el promedio de vida en México es de 75 años, que comparados con los 160,000 años de vida que tiene la humanidad, significan, a duras penas el 0.04 % de la historia de la humanidad (desde el Homo Sapiens). Mejor ya ni hablemos de lo que representamos en un universo infinito, in-fi-ni-to!
Entonces ¿Por qué seguir? Si de todas maneras mi vida o mi muerte no significan nada ¿Qué caso tiene? Bueno, pues hay una parte de la historia que aún no cuento, y es que resulta que a los únicos a los que verdaderamente les afecto la muerte de Fulanito fue a su familia más cercana. Son ell@s quienes no pudieron continuar como si nada hubiese pasado… son ellos los que no se podían conformar con un “Es una lástima era tan listo”.
Imagina que muere tu hij@ o tu madre o tu hermman@. A diferencia de lo ocurrido en el laboratorio, ¿alguien podría remplazarle? De manera que, a pesar de todas nuestras libertades, tenemos un deber que siempre nos será vinculante: tenemos la obligación de sobrevivir. Hay quienes en verdad nos necesitan y nosotros no tenemos el derecho de negar la felicidad a nadie.
Sinceramente te lo digo: ¡cuídate!