El operativo contra la “Mega peda” de la UNAM fue un éxito [1]. El campus central de nuestra máxima casa de estudios sobrevivió las festividades del día de muertos sin ser mancillado en su integridad y belleza, y la comunidad universitaria estamos felices por ello. Sin embargo, el costo simbólico de las acciones emprendidas para lograrlo debería obligarnos a reflexionar en torno a lo sucedido el viernes.
Según recuerdo, antes de este operativo, sólo en dos ocasiones se ha restringido la libre circulación en el icónico cuadro central (declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad en 2007): 1) durante la toma militar de las instalaciones en el fatídico año de 1968; y 2) en el rompimiento de la huelga del 99-2000 por la policía federal. En ese sentido, el costo central había sido la plaza pública más abierta del país, incluso más que el zócalo capitalino.
Si no me equivoco, el pasado 28 de octubre se rompieron paradigmas porque fue la primera ocasión en la que las propias autoridades universitarias intentaron impedir la presencia de alumnos en el campus cercando todo el perímetro con vallas de 1.2m, suspendiendo irregularmente las clases del turno vespertino de las facultades aledañas y ejecutando controles de “seguridad” para revisar la identidad y la propiedad [2] de los transeúntes de la zona. ¿Qué tan “normal” es que rectoría mantenga esa relación con la comunidad?
Si bien, aplaudo el éxito de la audaz operativo en la medida de que se evitó el daño a las instalaciones. Creo prudente reflexionar sobre la implicaciones del mismo. ¿Era la única forma de lograrlo? ¿El costo del operativo es menor al daño que se evitó?
Es un sentido similar y comparativamente hablando, el desafío de las fiestas masivas es mucho más reciente (apenas tres años atrás) y reporta muchas menos víctimas que otros graves problemas que enfrenta la comunidad universitaria desde hace décadas. Por ejemplo: la discrecionalidad en el manejo de los recursos, el acoso sexual, los asaltos, el robo de autos, el narcomenudeo y muy lamentablemente, los homicidios.
¿Por qué autoridades que tradicionalmente han sido muy moderadas en su actuar, ahora muestran un arrojo histórico emprendiendo acciones sin precedentes frente a un montón de alcohólicos que hacen desmanes dos fines de semana al año, y no frente a las decenas de extraños que desde hace lustros han secuestrado por la fuerza numerosos espacios de la Universidad? ¿Estamos ante la primera señal del estilo que marcará el resto de la administración de Enrique Graue o sólo es una decisión coyuntural destinada a apuntalar la imagen pública?
La indiferencia de Rectoría frente a los escandalosos y recientes casos de Janet Membrilla, Alejandra Nava [3] y de Aracely Campos [4], en contraste con la amplia difusión que la administración universitaria ha hecho de la campaña HeForShe parecen indicar que el operativo del viernes no responde tanto al compromiso por defender el bienestar de la Universidad, como a la sensibilidad de las autoridades para medir hacia dónde soplan los vientos de la opinión pública.
Desde la primera “mega peda” la viralización de fotografías y vídeos de lo acontecido durante y después de la fiesta fueron aumentando el malestar de la comunidad universitaria y, tanto al interior como al exterior de la UNAM, paulatinamente se sumaron más y más voces que exigían poner un alto a esa práctica. Una presión que rectoría sí quiso escuchar.
Así, durante el cierre del semestre 2016-II, el Rector ordenó un infructuoso operativo que le obligó a solicitar “comprensión y paciencia” a las y los Consejeros Universitarios que le reprochaban no haber evitado la megapeda de mayo. De forma que este fin de semana el descontento respecto a la nefasta práctica fue tan alto, que ahora aplaudimos medidas que en otras circunstancias nos habrían causado polémica.
Es claro que la presión popular dirigió la agenda en esa dirección y le proporcionó a Enrique Graue el respaldo necesario para implementar las históricas y exitosas medidas. Mismas que, con un poco de suerte y en beneficio de las libertades en la UNAM, no tendrán que repetirse en diciembre próximo.
Me parece que el Rector, voluntaria o involuntariamente, nos acaba de demostrar lo que puede lograr el sentir colectivo: la fuerza de nuestra indignación fue lo que evitó la “Mega peda”.
Develado este camino, nos falta descubrir cuándo lograremos articular, en un sólo frente, nuestro malestar respecto a los crímenes que ocurren diariamente, casi sin excepción, en las instalaciones de la Universidad.
Si logramos sentir el mismo malestar que nos ocasionaron las pilas de basura en Las Islas respecto al robo, el narcomenudeo y el acoso sexual, habremos iniciado la transformación de nuestra casa de estudios.
Referencias:
[1] Moreno, Teresa. “CU amanece limpia tras ´Mega Peda’ en ‘las islas’” en El universal. 29/oct/2016. – Link | Testigo.
[2] Sánchez, Arturo. “UNAM monta operativo para evitar ‘megapeda’ en CU” en La Jornada en línea. 28/oct/16. – Link | Testigo.
[3] Redacción. “Reportan otro caso de acoso sexual en la UNAM” en El Universal. Link | Testigo.
[4] Cruz, Mónica. “Una mujer transgénero denuncia que no le permiten acceder a un baño femenino en la UNAM” en Verne. 28/oct/16. Link | Testigo.
[5] Imagen cortesía de: www.youtube.com/watch?v=Y3zdThgc9Wo.