La ciudad, en su sentido más literal, existe sólo de noche.
Es hasta que se oculta el sol, ese proveedor de falsa iluminación, que se conocen sus legítimas sombras. Y es en la soledad de sus plazas y calles que se percibe su grandeza.
La Ciudad es bella por su potencia, por su capacidad de arropar la voluntad de quiénes la convulsionamos durante el dia, para deshabitarla por las noches.
La Ciudad, oscura y fría, es un contenedor vacío. Un espacio de lo posible.