Bastaron 80 días para que Phileas Fogg, el popular personaje de Julio Verne, recorriera el mundo. Mas ese tiempo no fue suficiente para que nuestra clase política mejorase los bajos índices de popularidad de la aún pendiente constitución de la Ciudad de México. A casi doce semanas de la elección el panorama es poco optimista.
El desinterés de la población en el proceso constituyente fue tangible desde la convocatoria emitida en enero y se ratificó en la elección menos concurrida de la historia de la capital. Es de esperar que el próximo 15 de septiembre, día en que se hará público el borrador constitucional y se instalará la Asamblea, ocupará en los medios y en la historia un lugar secundario y no causará la expectativa que espera el Jefe de Gobierno en su estéril carrera por la candidatura presidencial.
I. Introducción
En teoría, por su naturaleza y sus consecuencias, el texto que habrán de discutir y aprobar los asambleístas es un hito histórico digno del seguimiento internacional. Especialmente porque el grupo redactor dice haber compuesto un borrador vanguardista que será ejemplo en materia de derechos humanos y de participación política. Insisto, en teoría, las y los habitantes del país deberíamos tener toda nuestra atención puesta en ello pero la realidad es otra. ¿Será acaso el cumplimiento de la Disyuntiva de Kandinsky?
A principios de año use ese nombre para referir a una hipotética intencionalidad oculta en la indiferencia ciudadana que rodea el proceso constitucional. Un supuesto esfuerzo realizado desde el poder para no despertar demasiado interés en la población que seremos gobernados por el nuevo orden jurídico. Una provocación intelectual que ha encontrado algo de sustento en la evidencia disponible, excepto por el extraordinario respaldo ciudadano que, al parecer, obtuvieron las candidaturas independientes.
La primera semana de abril, 38 aspirantes a candidatas y candidatos independientes presentaron ante el Instituto Nacional Electoral la sorprendente cantidad de 3 millones 386 mil 90 rúbricas de respaldo ciudadano. Una cifra equivalente a la mitad del listado nominal y que contradice la evidente indiferencia de la población respecto al proceso en sí.
Se trata de un fenómeno muy llamativo que resalta no sólo por la abrumadora participación que implica, sino por la enorme distancia que hay entre la magnitud de las firmas y los votos emitidos.
Obviamente, es ingenuo esperar que cada firma se convierta en un voto. Pero la denuncia verbal (no jurídica) que el colectivo de aspirantes Tú Constituyente hizo respecto a un supuesto “mercado ilegal de rúbricas” obliga a reflexionar críticamente el fenómeno para responder a la inquietud que generó en la población y en otros actores que estuvimos involucrados en el proceso. Esta es mi primera aportación al respecto del mismo.
II. Consideraciones iniciales
Durante los días posteriores al 5 de junio diversos medios hicieron eco de la distancia entre rúbricas y sufragios. En mi opinión la mayoría lo hizo sin considerar cinco elementos fundamentales para analizar correctamente el fenómeno:
- Debido a los tiempos impuestos por los legisladores, el proceso de registro de fórmulas de aspirantes a candidatos independientes se realizó en plazos excesivamente cortos y a marchas forzadas.
- Aunque el INE sólo consideró las primeras cinco firmas de apoyo de un mismo ciudadano que presentaron las fórmulas. En realidad las personas podían firmar de manera ilimitada y sin ninguna restricción.
- No importando el número de firmas emitidas por un ciudadano, éste únicamente podía votar por una fórmula.
- Del momento en que un ciudadano entregó su firma, al punto en que ese mismo ciudadano emitió el sufragio, transcurrieron entre 9 y 12 semanas.
- No todas las firmas entregadas eran potencialmente traducibles a votos porque casi la mitad de las fórmulas que entregaron rúbricas no fueron, por diversos motivos, aprobadas para aparecer en boletas.
Además, hay que recordar que todo análisis o comentario está obligado a reconocer el fundamental derecho a la presunción de inocencia, por lo que las conclusiones deben partir de la buena fé de los actores involucrados.
A las y los aspirantes se les exigió la apabullante cantidad de 75 mil firmas para proceder su registro y se les limitó a un plazo de 33 días para lograrlo. Es claro que en su intento por lograrlo, las fórmulas se abocaron a una recolección masiva y de poca penetración ideológica entre los firmantes.
Casi todas las fórmulas demostraron una dinámica centrada en la velocidad. Destinando poco tiempo a informar detalladamente a las y los ciudadanos sobre las implicaciones de otorgar su rúbrica. Dejando para la campaña, propiamente dicha, el desarrollo de la convicción necesaria y suficiente para que sus simpatizantes efectivamente acudieran a votar.
Normalmente el transcurso de los días amaina el interés en las personas. Cada elección el personal del INE se ve obligado a obtener la aceptación de participar como funcionario de casilla de al menos tres veces el número de personas que en realidad necesitará el día de la elección porque la experiencia demuestra que, en promedio, una de cada tres personas romperá el compromiso pactado semanas atrás. Simplemente, es imposible un escenario en que cada firma por aspirantes se convirtiese en un voto por independiente.
Aún así, la distancia entre 3 millones de rúbricas y los casi 138 mil votos registrados por independientes es tan grande que la cotidiana informalidad de las personas no alcanza para explicarla. Hace falta considerar más elementos.
III. Carreras contables
El respaldo que obtuvieron las fórmulas de aspirantes fue sometido por mandato de ley a una “doble revisión” y un conteo que el Instituto Electoral instrumentó mediante la captura manual de cada rúbrica en un sistema informático: uno por uno fueron copiados los nombres y claves de elector de las y los ciudadanos que otorgaron su respaldo. Posteriormente los datos ya digitalizados fueron sometidos a una revisión automatizada que los comparó con el padrón electoral.
Al igual que la recolección, la revisión de firmas se hizo a contra reloj. Para lograr los plazos legales la autoridad electoral empleó a decenas de trabajadores (la mayoría contratados de manera temporal exclusivamente para esa tarea) que ubicó en espacios improvisados e insuficientes en el edificio que el Instituto ocupa en Av. Acoxpa, al sur de la Ciudad.
La mayoría de los conteos se realizaron en una pequeña habitación construida con paredes ligeras en el sótano del edificio, justo a un costado de los múltiples autos que regularmente usan el área como estacionamiento. Apretados unos sobre otros y trabajando de forma continua las 24 hrs. del día, las y los trabajadores hicieron la primera revisión. Es lógico suponer que cometieron muchos errores al copiar del papel a la computadora los datos de miles de ciudadanos; todos escritos con caligrafía diversa que a veces resultaba difícil de leer.
Errores a los que también hay que sumar los que muy probablemente cometieron las y los ciudadanos abordados a pie de banqueta durante el copiado de sus datos del plástico de la credencial al papel que a su vez capturó el personal del INE en una computadora. Una fórmula segura para el fallo.
De hecho, en el reporte que la Dirección Ejecutiva del Registro Federal de Electores (DERFE) presentó al Consejo General del INE para informar sobre la revisión de las firmas, se afirma que 70 mil 826 rúbricas (2.1%) presentaron alguno de estos problemas durante la captura:
- La letra era ilegible.
- Se podían leer los datos pero no tenían firma al final.
- En lugar de la clave de elector la firma tenía otro dato de la credencial para votar como la CURP.
Más adelante, el mismo reporte señala que otras 282 mil 926 firmas (8.4%) aparecían en más de una ocasión en los expedientes de las y los aspirantes. Es decir, a juicio de la DERFE algunas fórmulas presentaron en más de una ocasión la firma de la misma persona.
También la citada Dirección reconoció que otras 677 mil 581 rúbricas (20%) “no fueron encontradas” en el listado nominal durante la revisión automatizada. Situación que únicamente es posible bajo dos circunstancias:
- Al momento de copiar los datos a la hoja de respaldo o al hacerlo al sistema se cometió un error y por lo tanto no se puede identificar al ciudadano;
- Los datos en la rúbrica fueron correctamente capturados a la hoja y luego al sistema pero son de un ciudadano que no existe.
Es imposible saber cuál porcentaje de este medio millón de firmas responde al primero o al segundo escenario. Aventurar cualquier cosa al respecto implicaría un exceso de especulación y una falta a la presunción de inocencia así que no haré consideraciones específicas al respecto.
Estos tres tipos de errores atribuibles al factor humano suman 1 millón 31 mil 333 rúbricas. Es decir casi la tercera parte del total entregado para revisión a la autoridad.
Al respecto de esta explicación resaltan las rúbricas presentadas por el C. Luis Genaro Vásquez Rodríguez, quien fué el único aspirante que presentó de forma completamente digital su respaldo ciudadano y, según la autoridad, también el único aspirante que no presentó los errores arriba enunciados.
¿Será posible que los trabajadores del Instituto, apresurados y probablemente poco motivados, cometieran errores durante la captura de los datos? ¿Acaso algunos ciudadanos copiaron mal los datos de su credencial? Cualquiera que haya visto las enormes pilas de papel con las que lidiaron los capturistas del INE o las condiciones en que las y los brigadistas recolectaban las firmas, aceptará estas posibilidades.
III. Caligrafía sospechosa
El informe de la DERFE también detalla otros datos que merecen atención. Por ejemplo, da cuenta de que ninguna de las cédulas de respaldo presentadas por las y los aspirantes estaba reportada como “robada” ni como “perdida”. Tampoco se presentaron firmas de ciudadanos dados de “baja por usurpación”. Es decir, todas las rúbricas presentadas estaban limpias de denuncias por delitos electorales.
En el mismo documento se indica que otro 3.7% de las firmas correspondían a ciudadanos cuyos plásticos ya habían vencido o que iniciaron el trámite de reposición de credencial pero que no lo concluyeron.
También se detectó que el 2.9% del respaldo ciudadano correspondía a personas que registraron ante el Instituto un domicilio ubicado en otro estado de la República. Llamativo pero completamente razonable si se considera la gran cantidad de habitantes foráneos que diariamente caminan por la capital. Lamentablemente el informe no especifica los lugares de origen pero se puede aventurar que eran de la zona conurbada del Estado de México.
Finalmente, la DERFE reportó dos categorías que generan suspicacia: ciudadanos en suspensión de derechos (0.2% de las firmas) y ciudadanos fallecidos (0.7%).
El marco jurídico que nos rige ordena la restricción de los derechos políticos a los habitantes que son sometidos a proceso penal. Los juzgados y los centros de reclusión informan sistemáticamente al INE sobre el ingreso de nuevos ciudadanos al sistema penal para que sus plásticos sean dados de baja del listado nominal. Sin embargo, corresponde al ciudadano solicitar su reincorporación al listado una vez que cumple la condena o que es declarado inocente. Como es de suponer, la mayoría de las personas ni siquiera sabe que sus derechos políticos pueden ser suspendidos.
Algunos medios afirmaron que reclusos otorgaron su rúbrica, pero ninguno respondió cuántos y de qué centros de reclusión.
Debido a nuestra historia nacional no se puede desechar la posibilidad de un fraude penitenciario, pero es importante saber cuántas de esas firmas eran de gente que había recuperado sus derechos políticos pero no habían satisfecho un trámite burocrático. Sólo la autoridad tiene acceso a la información necesaria para aventurar respuesta al respecto.
Ahora bien, el el hecho de que ciudadanos fallecidos aparecieran como simpatizantes de candidaturas independientes es de la mayor importancia y debería desencadenar una profunda investigación. Dolorosamente, parece que la autoridad ha dejado el asunto en olvido.
Desafortunadamente, desde la ciudadanía es poco lo que se puede decir al respecto sin caer en especulaciones infundadas. Se puede, por ejemplo, aventurar la posibilidad de que algunos habitantes entusiasmados incorrectamente usarán los plásticos de familiares fallecidos para aumentar los renglones de las cédulas, o que algunos errores de captura (en la cédula o en la computadora) modificaron la clave de elector de tal forma que coincidió con la de algún difunto. Ambas hipótesis plausibles pero irremediablemente insuficientes para explicar el grave fenómeno.
Me quedo con la frustración por la ausencia de acción de la autoridad y la exigencia permanente de una investigación al respecto. La salud de nuestra frágil democracia depende de obtener claridad sobre el asunto.
IV. Peso específico
Luego de la primera y la segunda revisión, el total de cédulas presentadas se reduce en una tercera parte, y de las rúbricas quedaron el Instituto indicó que el 2.4% firmaron dos o más cédulas para fórmulas diferentes. Una acción completamente legal pero que infló artificialmente la cifra de simpatizantes de las y los aspirantes porque al final el ciudadano tenía que decidir por una de ellas.
Por otro lado, como la mayoría de las fórmulas no alcanzaron el número de firmas requerido, el inicio de la campaña se dio con 10 candidaturas y, gracias a diversos juicios, en la boleta únicamente aparecieron 21 nombres.
Probablemente la ciudadanía que apoyó a candidatos que no aparecieron en la boleta decidió no entregar a su voto a ningún otro. O aún estando su candidato en boletas, el ciudadano no se enteró debido a que el aspirante se inició tarde su campaña.
De manera tal que la comparativa que se ha venido haciendo entre firmas y votos obtenidos por las fórmulas no partidistas es inoportuna. La realidad es que sólo 1 millón 459 mil cédulas eran potencialmente convertibles en sufragios. Lo que significa que las y los candidatos independientes en su conjunto lograron traducir el 12% de sus cédulas en votos. Una cantidad honrosa si se considera que fue en una elección que convocó un escaso 28% de la población.
Sin embargo, hay que advertir que obtener resultados honrosos no equivale a resultados útiles. A pesar del extraordinario beneficio de competir en una circunscripción, ni siquiera el conjunto de independientes no representó una fuerza política real.
El mito construido entorno a las opciones no partidistas está lejos de ser realidad.