Fuí a cargar gasolina y recibí lecciones sobre el egoísmo.
Gratamente me sorprendí que, pese a lo que había visto en redes, no encontré fila: sólo un auto enfrente de mí.
Pero después de la brevísima espera, mientras cargaban mi auto de combustible, escuche que la despachadora le explicaba a la señora que me seguía en la fila que hasta medio día volverían a tener gasolina magna pero que tenían más que suficiente de premium. Lo que provocó un reclamo de la conductora que abandonó la estación para buscar otra en la que pudiese cargar a un menor precio.
Yo entiendo que a veces el dinero no alcanza. Pero no me deja sorprender el patrón que veo confirmarse una y otra vez entre algunos sectores de cochistas*: el egoísmo social que les define.
La señora, muy bien vestida y arreglada, conducía sin compañía una Honda Pilot emplacada en Morelos.
¿Se dan cuenta del problema?
Por el precio del vehículo y su vestimenta personal me aventuro a especular que compró el auto más caro que pudo comprar para poder utilizarlo como ridículo símbolo de estatus y ostentación. Insisto, estoy especulando pero de ser el caso, ello habla de su pobreza de carácter.
Sí, ya sé que desconozco su biografía y que es arriesgado suponerla egoísta, pero es que en ella vi rasgos que he observado en muchos otros automovilistas de las clases medias de oropel (esa clase media que se autoengaña respecto a la verdadera distancia que le separa de la clase alta y que la acerca a la baja), y que me permiten afirmar la pobreza de su Ser:
1) Aparentemente, únicamente para mover sus… ¿65 kilogramos? de peso corporal, esa señora utiliza un auto de 1,800 kilogramos. Cero eficiencia energética y alto impacto ambiental.
La Honda Pilot emite más de 5 toneladas de CO2 anualmente. En contraste, por ejemplo, un Honda Fit apenas contamina con 2.6 toneladas anuales. Es decir, que a cupo lleno, por cada persona la Pilot emite 650 toneladas anuales y el Fit a penas 500.
Los autos privados son el principal contaminante del aire de la ciudad. Los cochistas somos quienes envenenamos a toda la población todos los días. Lo mínimo que deberíamos hacer es buscar activamente reducir nuestro impacto.
2) La señora quiere vivir como rica pero no pagar el precio de hacerlo, así que transfiere a todas las otras personas parte del costo de su personal estilo de vida.
Postulo que para eso emplacó su camioneta en Morelos: para no pagar el impuesto correspondiente.
¿Que cómo sé que no es una morelense de visita? pues no lo sé, sólo lo deduzco de que eran las 8:30 hrs de un día laboral en una gasolinera a más de tres horas de Cuernavaca. Quiero pensar que habita normalmente en la #CDMX.
La señora consientemente está evadiendo un impuesto que sirve para equilibrar un poco el gasto público que el Estado realiza en ella (en nosotros los cochistas).
Recordemos que la mitad del presupuesto de infraestructura de la CDMX se destina en mantenimiento de vialidades y que el 85% del espacio vial disponible está ocupado por autos particulares (muchos de ellos estacionados).
3) Ligado al mismo tema de transferir el costo de mi beneficio a otras personas. ¡Qué paradójico resulta que compre una camioneta de más de medio millón de pesos ($740,000 si es nueva), pero no “pueda” pagar gasolina premium! Gasolina que le da un mejor rendimiento pero que, además, contamina menos.
Es bien sencillo, soy cochista, conozco la comodidad que para algunas cosas da el auto. Sé que a veces es muy complejo no utilizarlo para determinadas rutas que se vuelven un martirio en transporte público, pero también sé que es muy posible reducir el daño que generamos al resto de la sociedad.
Que el desabasto de combustibles sirva para reflexionar y buscar cómo adaptar nuestra vida de manera que podamos utilizar lo menos posible el auto. Para ajustar nuestras finanzas para pagar sus impuestos, para tenerlo en el mejor estado mecánico posible y comprar los insumos menos contaminantes. Si de plano no es posible mover nada de estos factores, entonces deberíamos preguntarnos si lo mejor es seguir manteniendo un auto.