Lejos quedan las fanfarrias del 1 de julio de 2018 y como en cualquier otra fiesta: cuando la banda acalla, los sonidos que permanecen son los de la realidad. Tristemente, ahora el futuro ya no suena tan prometedor como entonces y, peor aún, parece que el presidente es el único que no se da cuenta de ello.
El 5 de abril de 2020, el presidente Obrador presentó su “plan económico” frente a la crisis que está generando el SARS-CoV-2 (COVID19). Según lo expresado, claramente no hay plan especial alguno sino sencillamente la ratificación de las políticas públicas que ya venía implementando. Básicamente: becas para poblaciones vulneradas, créditos de hasta $25 mil en “tandas para el bienestar” y una nueva inyección de recursos al barril sin fondo de PEMEX por un monto equivalente al presupuesto combinado para: Ciencia, tecnología e Innovación; Minería, manufacturas y construcción; Comunicaciones y Turismo.
Evidentemente las críticas a la ausencia de un plan específico no se hicieron esperar y para defender su posición el régimen y sus intelectuales orgánicos recurrieron al dogma de su narrativa: reducir la realidad a una dualidad maniquea en la que el obradorismo es sinónimo de justicia y cualquier otra cosa lo es de opresión.
Ahora bien, respecto a esta narrativa lo primero que hay que advertir es el tremendo éxito que ha tenido en convencer a amplios sectores de la sociedad de que el mundo se puede intentar dividir en la miope dicotomía según la cual o “estás con Obrador” o “estás en contra de él”.
Por el lado de la oposición, adoptar la narrativa dual del obradorismo la ha incapacitado para reconocer los éxitos del gobierno (que los hay y muy buenos) y así ofrecer desde la objetividad una propuesta de valor que atraiga electores. Al contrario, el PAN y el PRI siguen teniendo la misma impopularidad que hace dos años por su incapacidad de definirse por sí mismos y no por contraposición a Obrador.
Además, adoptar el modelo bicolor del mundo ha asemejado a la oposición al presidente respecto a su compartida dificultad para comunicarse con la Sociedad Civil Organizada. Misma que por definición no es oposición ya que no busca ocupar el gobierno, aunque sí puede ser crítica o aliada de éste según los temas y las políticas públicas ejecutadas.
Por su cuenta, para el gobierno de Obrador esta miopía ya le costó 6 puntos porcentuales de aprobación durante su pésima respuesta al movimiento feminista que acusó de “conservador”. Ahora, esta visión del mundo sin matices nos podría estar llevando a una catástrofe económica, pues bajo la consigna de “primero los pobres”, el presidente se negó a tener un plan para enfrentar las consecuencias del COVID19 que, según a quién se pregunte, ocasionará un retroceso del PIB de entre 4% y hasta 8%.
La paradoja de establecer “primero los pobres” como único mantra de la administración es que, aunque incuestionable desde una perspectiva ética y lógico en cuestión de prioridades de gobierno, al no acompañarlo de nada se queda muy corto para guiar el ejercicio de gobierno ya que deja fuera a 73.6 millones de personas que no estamos en situación de pobreza pero que también requerimos de acciones públicas.
No hay espacio aquí para entrar en puritanismos teóricos sobre el significado de pobreza, por lo que me limitaré a recuperar la estadística del CONEVAL para explicar a qué grupo poblacional me refiero.
Recordemos que CONEVAL distingue cuatro grandes grupos: Población no pobre y no vulnerable; Población no pobre pero vulnerable por carencia social; Población pobre pero no vulnerable por carencia social y Población pobre.
Obrador afirma que gobierna por y exclusivamente para la población más marginada (52.4 millones de habitantes) y ello, insisto, es un giro histórico muy necesitado para la justicia de este país, pero al obviar los múltiples matices que hay entre la élite multimillonaria y la población más pobre el presidente nos deja especialmente vulnerables a las 36.7 millones de personas que por nuestro ingreso no estamos por debajo de la línea de pobreza, pero sí padecemos diversas carencias sociales y la crisis podría llevarnos a engrosar las filas de la pobreza.
Sin medidas específicas dirigidas al amplio sector de la población no pobre pero vulnerable, la propia viabilidad de la 4T corre peligro porque aumentará la pobreza al tiempo que se queda sin recursos (obtenidos mediante la recaudación fiscal de la clase media) para atender esa misma pobreza que dice resolver.
Todo ello, sin considerar que de origen el plan-no plan presentado a principios de abril ni siquiera alcanza a cubrir a toda la población en situación de pobreza ya que, como bien advierte Viridiana Ríos, el padrón de beneficiarios de los programas de Obrador únicamente alcanza a 22 millones de habitantes por lo que otros 30 millones seguirán padeciendo la marginación sin recibir asistencia gubernamental.
Más allá del lugar común de decir que el discurso de Obrador causa polarización y confrontación es necesario aceptar que tuvo un éxito electoral tremendo y que ha venido marcando la discusión pública. Por eso es urgente abandonarlo para poder avanzar al país.
Tanto la oposición como el régimen deben entender que es equivocado y mediocre asumir que la sociedad se puede dividir de forma absoluta en sólo dos grupos y también que es falso creer que cualquier disenso es resultado de la antipatía, el revanchismo o la lucha de poder.
Recordemos que a Don Quijote le bastó su imaginación para derrotar a mil molinos, pero al final tuvo que aceptar la verdad para poder salvar su alma y su historia.