Tras el resultado arrojado por el Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP) de las elecciones locales y federales de la Ciudad de México se ha viralizado un “chiste” según el cual la capital está dividida por la mitad entre una zona que votó por MORENA y otra por la Alianza opositora.
La broma, además de falsa es peligrosa pues parte de prejuicios y clasismo y abona a una narrativa de rencor y polarización que ni siquiera se sustenta en los hechos y que sólo beneficia a ciertos actores políticos, en perjuicio de la cohesión comunitaria. Recordemos que los mapas son herramientas que reducen la complejidad del mundo para ayudarnos a entenderlo, pero por eso mismo, es necesario leerlos con cuidado porque en esa reducción de información se pueden generar malos entendidos e, inclusive, prestarse para malas intenciones.
En las siguientes líneas desarrollo rápidamente tres argumentos de por qué no deberíamos seguir alimentando la mentira de una Ciudad de México polarizada según una clasificación geográfica:
1) Nuestro sistema electoral es de mayoría relativa. Eso significa que una candidatura gana si obtiene, por lo menos, un voto más que el resto de sus competidores. De manera que si vemos los resultados del PREP, aunque preliminares, nos damos cuenta de que fue una elección muy cerrada en la mayoría de las alcaldías. Al punto de que hay cinco demarcaciones que tienen poca distancia entre sus punteros y habrá que esperar al cómputo Distrital y a la previsible participación del Tribunal Electoral para poder declarar un ganador.
No obstante, en los mapas que utilizan para alimentar “la broma”, engañan haciendo ver como triunfos absolutos e innegables a una u otra fuerza política cuando lo cierto es que el electorado fue plural en prácticamente todas las alcaldías (ver gráfica 1).
Visto en un mapa un color homogéneo induce al engaño respecto a la diversidad que se encuentra en la geografía coloreada. Recordemos que la realidad es que los votantes de diversas preferencias convivimos en la misma cuadra y hasta en la misma familia. Simplemente, los votos sumados dan la apariencia de “territorios”, pero es una idea falsa que sólo alimenta discursos de odio. El mapa 1 es más ilustrativo de esta realidad al mostrar el voto a nivel sección en función de las tres principales fuerzas políticas.
NO HAY UN LUGAR DONDE ESTÁN “ELLOS” O “NOSOTROS”.
2) Cada alcaldía tiene sus particularidades y no todo se trata de Obrador. La política es más que la lucha, real o ficticia, de grandes personajes. Por ejemplo, en mi demarcación, Azcapotzalco, pesó mucho la deficiente gestión del alcalde para su derrota pues mientras él sale, las candidaturas a diputación de su partido aparentemente ganan. Sencillamente, la ciudadanía hemos aprendido a usar el voto como herramienta de rendición de cuentas: premiamos o castigamos al gobernante. Debemos dejar de hacer lecturas “nacionales” centradas en el presidente y poner más atención a las múltiples realidades regionales y locales que no responden a la novela persecutoria que se han inventado en Palacio Nacional.
3) Los votos no son contratos. Los resultados dan cuenta de que muchos votantes que en 2018 beneficiaron a un partido, hoy ya no lo hicieron. Eso es particularmente visible en las colonias donde hubo más participación y, por lo tanto, el peso del voto “duro” fue menos importante. Los resultados no responden exclusivamente a zonas de “ricos” y “pobres”, sino también a colonias donde la gente voto más o menos (ver mapa 2, realizado por @ElenoAM).
Finalmente, recordemos que las votaciones son muy importantes, pero el país no se agota en ellas. Las causas sociales y los anhelos comunitarios son tan grandes que las luchas partidistas sólo atienden una fracción de ellas. Así que no vale la pena construir de esos resultados una narrativa épica y dramática: no son “buenos” vs “malos” , sencillamente es la diversidad de opiniones y visiones. Por lo tanto, es momento de recordar que:
Las campañas concluyeron, es momento de priorizar la comunidad.