Esta semana concluye mi gestión como tesorero del Comité Directivo de Amnistía Internacional, sección mexicana A.C. Ha sido un honor contribuir, desde esta posición de alta responsabilidad, a la construcción de un movimiento global que tiene por vocación la defensa de la dignidad humana.
En este texto deseo compartir lo aprendido y dar un balance informal de este cuatrienio (el informe oficial ya fue presentado ante la Asamblea). Primero, recurriré a una imagen que me ha acompañado con particular fuerza y que, creo, permite entender con profundidad la naturaleza de nuestro movimiento. A partir de ahí, presentaré los principales resultados obtenidos en el marco de mis responsabilidades como tesorero. Si bien participé también en otras tareas colectivas del Comité Directivo, éstas han sido ya informadas en sus respectivos espacios, por lo que aquí me enfocaré en el trabajo financiero y administrativo.
I. Una metáfora para entender el movimiento
Creo que hay una metáfora que explica bien la naturaleza de nuestro movimiento y que me ha acompañado durante estos cuatro años: la de ver a amnistía como un árbol. Los árboles son organismos vivos, profundamente resilientes, que pueden crecer durante siglos mediante un desarrollo paulatino pero firme mediante capas de células (corteza) que se soportan secuencialmente y poco a poco van fortaleciendo el núcleo del árbol y ensanchando su alcance.

Árbol que nació en tiempos de Nezahualcóyotl (1472) y murió a inicios del siglo XX, fue testigo silente de más de cuatro siglos de historia. En sus anillos se inscriben fechas clave de la historia mexicana, como la caída de México-Tenochtitlán (1521) y la independencia (1810), recordándonos que la memoria también habita en la naturaleza.
Así como los anillos internos de un árbol cuentan su historia y le dan forma, así cada generación de personas que dan vida a una organización, imbrican sus pasos con las anteriores y dejan su propia huella. Somos un anillo más: inevitablemente condicionados por lo que vino antes, responsables de las decisiones del presente, y quizá inspiradores de lo que vendrá después.
Es justo esta dependencia intergeneracional donde está el secreto de la resiliencia de los arboles y de las organizaciones, pues cada generación logra adaptarse a las condiciones de su entorno. De ahí el dicho: “árbol que crece torcido”… porque a veces, para seguir viviendo, se deben sortear obstáculos: rodear una piedra, esquivar un río, aferrarse a una ladera. Pero siempre, siempre, buscando la luz. La historia no es sentencia, pero es soporte. Cada generación parte de dónde dejó a la anterior y hace lo posible para llevar al colectivo a un nuevo vertical.
Más allá, recordemos que los árboles cumplen tres funciones ecosistémicas clave: regulación atmosférica, servicios térmicos y estabilización del suelo. De manera similar, movimientos como amnistía refrescan el debate público ofreciendo a manera de oxigeno estudios, propuestas y acciones que ayudan a dignificar el espacio común. También, Amnistía Internacional aporta refugio y acompaña a quienes sufren persecución, a quienes buscan justicia. En su “sombra” se construyen redes, se incuban resistencias, se alivia un poco los calores del autoritarismo.
Finalmente, al igual que los árboles, las organizaciones sociales construyen suelo fértil. Su presencia nutre al ecosistema organizativo, facilitando que otros colectivos puedan florecer y echar sus propias raíces para sus propias luchas. Coincido plenamente con las luchas y métodos de Amnistía, pero reconozco que muchos son los caminos para promover, resistir y luchar por los derechos humanos. Recordemos que los bosques existen porque árboles de distintas especies se conectan entre sí, por redes subterráneas se comunican, colaboran, se advierten del peligro. Así también el espacio cívico existe porque los movimientos sociales se vinculan, se escuchan y se acompañan.
Ser parte de este movimiento ha sido una bendición. Haber formado parte de un órgano estratégico como el Comité Directivo ha sido, además, un enorme honor. Ingresé al cargo en una sección muy distinta a la que hoy entrego. La organización ha pasado de una situación financiera cuestionable y contingente a contar con estructuras sólidas, reservas prudentes y una base de ingresos más estable. De procesos internos un tanto improvisados a una estructura más profesional.
II. Dejar una sección más fuerte para quienes siguen
Esta evolución es resultado del esfuerzo colectivo de toda la sección: del compromiso sostenido de la gobernanza y del Comité Directivo por consolidar una asociación fuerte y a la altura de las necesidades del país (vocación impulsada desde la presidencia de Liliana Velázquez), y del proceso de profesionalización del personal de la Oficina Nacional (esfuerzo iniciado en la dirección de Tania Renaum y continuado en la de Edith Olivares).
A lo largo de este cuatrienio también pude sumarme a la visión de dos grandes liderazgos en nuestra presidencia: Marcela Villalobos y David Montoya, cada uno acompañado por Comités Directivos comprometidos, diversos y profundamente talentosos. Son los anillos que conectan esta historia de evolución. Desde la tesorería tuve la oportunidad de acompañar y promover este desarrollo organizacional con una visión clara: Construir un modelo financiero y administrativo que garantizara autonomía, sostenibilidad y transparencia.
Uno de los principales logros fue la obtención del estatus de donataria autorizada, una meta largamente perseguida y que abre nuevas posibilidades para fortalecer el crecimiento, ampliar la base de donantes y asegurar la sostenibilidad financiera de la sección.
Para atender las nuevas responsabilidades que implica esta acreditación, consolidamos la externalización de los servicios contables, lo que permitió reducir la carga administrativa y garantizar el grado de especialización requerido. Asimismo, reestructuramos y concentramos las cuentas bancarias de la sección, facilitando su administración y disminuyendo significativamente el pago de comisiones innecesarias. Avanzamos en la disciplina del gasto y en la institucionalización de procesos clave.
Mantuvimos el gasto destinado a gobernanza por debajo del 2% anual, priorizando la inversión en actividades de incidencia y desarrollo de capacidades. Actualizamos los lineamientos financieros para asegurar un uso adecuado de los recursos y una rendición de cuentas alineada con los estándares internacionales vigentes. También mejoramos la plataforma de gestión financiera, modernizándola con tecnologías de seguridad actualizadas y una mejor experiencia de usuario, e impulsamos la migración de los servicios ofimáticos a Microsoft 365, mejorando la colaboración y eficiencia del equipo nacional y la comunicación con el Secretariado Internacional.
En términos de escala operativa, el crecimiento fue notable: el presupuesto pasó de $23.4 millones a $53.9 millones de pesos. Este salto fue posible gracias a una relación más equilibrada entre las transferencias internacionales respecto a nuestros objetivos seccionales y en respuesta a la crisis de derechos que padecemos en México. También, fue gracias al crecimiento sostenido de la recaudación local,que pasó de $10.8 millones a $14.7 millones de pesos anuales.
La recuperación y consolidación del canal de face-to-face y la apuesta por una comunicación más cercana con las personas donantes permitieron aumentar el donativo promedio y reducir la tasa de cancelación. En conjunto, logramos oxigenar las finanzas desde lo local, sin perder de vista la interdependencia solidaria que caracteriza a nuestro movimiento global. El objetivo estratégico final sigue siendo claro: construir una sección financieramente autosuficiente, capaz de aportar recursos al RAM y al FIF, en beneficio del desarrollo de otras secciones.
En paralelo, constituimos una reserva operativa. Al inicio del periodo, la organización carecía de un fondo formal de respaldo y dependía exclusivamente de la liquidez corriente para enfrentar contingencias. Hoy contamos con reservas que permiten sostener la operación durante más de un mes sin ingresos. Aunque claramente insuficiente, este avance es políticamente significativo: representa la capacidad de sostener nuestra voz en momentos difíciles, de resistir sin claudicar cuando la presión externa arrecia.
Desde la tesorería también acompañamos la revisión de la escala salarial y diversas medidas de mejoramiento de las condiciones laborales del personal. Apoyamos el proceso de mudanza de oficinas y la adecuación al nuevo espacio, que incluyó la adquisición de equipos de seguridad, cómputo y mobiliario necesarios para garantizar condiciones dignas y funcionales de trabajo. Con ello, buscamos contribuir a que la organización sea coherente internamente con las luchas que libra hacia el exterior.
Finalmente, mantuvimos una comunicación sustantiva con las gobernanzas de la región latinoamericana, y participamos en debates estratégicos del movimiento, como el proyecto LUMEN, durante la asamblea anual de la sección francesa en 2024. Naturalmente, en todos los ejercicios anuales se presentaron auditorías externas sin salvedades y se promovió una rendición de cuentas activa, con informes financieros periódicos accesibles para toda la membresía. Quedan pendientes como la formalización de todos los procesos administrativos, la armonización de la basta normativa interna construida a lo largo de medio siglo de historia y la consolidación de las plataformas de cobranza.
Cierro esta etapa de servicio dejando una sección más fuerte, más consciente de su capacidad financiera y mejor preparada para enfrentar la incertidumbre que vendrá. Me despido con profunda gratitud hacia todas las personas que hicieron posible este camino, pues no sólo la sección es distinta ahora: también lo soy yo.
En particular, me quedo con una gran deuda hacia Virginia Delgado y, muy especialmente, hacia Beatriz Talavera. La primera, jefa de la unidad de administración y finanzas entre 2019 y 2023; la segunda, subdirectora de administración desde 2023. Su compromiso, profesionalismo y sentido ético fueron fundamentales para construir el “anillo” que hoy entregamos a la estructura de la sección.
Que, al igual que los árboles, la sección mexicana de Amnistía siga creciendo, buscando la luz en tiempos de sombra, echando raíces más profundas para sostener la esperanza, y tomándose la injusticia como algo personal.