Raíces y horizontes: ingreso a la JDI de Amnistía Internacional

Raíces y horizontes: ingreso a la JDI de Amnistía Internacional

El fin de semana acudí al número 1 de Easton St en Londres, sede de las oficinas centrales de Amnistía Internacional, como parte de mis primeras actividades como nuevo integrante de la Junta Directiva Internacional (JDI). En estas instalaciones pude tomar entre mis manos la medalla del Premio Nobel de la Paz que Amnistía recibió en 1977.

Sorprende el peso del Nobel en proporción con su tamaño ¿será por la profundidad de su legado? Mientras observaba su brillo no pude evitar pensar que, cuando recibimos esta presea, mis padres apenas eran unos niños. La medalla simboliza muchas cosas, entre ellas que este movimiento es global e intergeneracional; enlaza personas más allá de sus biografías, nacionalidades y religiones. En su brillo se refleja la certeza de que Amnistía Internacional nos trasciende a todas y todos.

Pensé entonces que, al igual que un bosque, este movimiento vive gracias a la continuidad colectiva: los árboles van y vienen, pero el bosque permanece. Su vitalidad no depende de uno o dos ejemplares, sino de la red de raíces y de las copas que se acumulan, se conectan y permiten que prosperen nuevas y distintas especies. Cada generación de donantes, activistas, empleados y liderazgos aportamos una capa a esta trama viva que se renueva constantemente. Esa continuidad es lo que da sentido a nuestra historia colectiva.

El ciclo de servicio que recién comienzo es un mandato de tres años al que accedo por un proceso de selección que combina dos dimensiones: una evaluación técnica de mis capacidades y habilidades, seguida de una votación en la Asamblea Global por parte de las y los líderes de cada una de las 69 secciones nacionales que componen este movimiento. Entiendo que esta doble naturaleza resume bien lo que se espera de esta posición: capacidad y representación, técnica y política, liderazgo y rendición de cuentas.

La JDI garantiza el cumplimiento del marco estratégico global al proporcionar orientación para el cumplimiento de la misión y visión del movimiento; representa legalmente a la organización; aprueba y vigila el presupuesto; gestiona los riesgos y la reputación; supervisa las actividades del Secretariado Internacional y vigila que todas las partes del movimiento cumplan lo dispuesto en el Estatuto, las decisiones de la Asamblea Global y nuestras normas y valores. En otras palabras, la JDI cuida la salud del movimiento y actúa para mantener su relevancia en la construcción de un mundo en el que todas las personas disfrutemos de todos los derechos.

Más allá del carácter administrativo la JDI también es un espacio de decisión política, por lo que  debe comprender la situación de los derechos humanos en las distintas regiones del planeta, conocer los marcos legales y organizacionales en los que operan las secciones, cuidar la viabilidad de la organización y mantener el liderazgo político interno, en una estructura que opera simultáneamente en múltiples husos horarios.

Naturalmente, es un trabajo complejo, por lo que la JDI apuesta a la deliberación y al talento colectivo al integrarse por 9 personas, ninguna de las cuales puede repetir nacionalidad con las otras. Gracias a esta diversidad de visiones, profesiones y trayectorias es que nuestro movimiento puede aspirar a tomar las mejores decisiones posibles mediante una dinámica colegiada. Insisto: el bosque es porque los árboles son. Para mí iniciar este ciclo es un gran honor y un desafío al que acudo expectante y listo para servir.

El sistema mundo en el que (sobre) vivimos

No pasa desapercibido el momento en el que acudo a prestar este servicio. Hoy, la defensa de los derechos humanos se hace en un contexto profundamente adverso resultado de un sistema mundo que está en proceso de recomposición:

  • La competencia política está dejando atrás la dicotomía “izquierda” vs “derecha” e incluso la de capitalismo liberal vs capitalismo de Estado para convertirse, cada vez más, en una pugna entre autoritarismos y democracias.
  • Las instituciones internacionales y el multilateralismo son cuestionados, muchas veces de forma articulada y financiada por gobiernos que buscan erosionar sus contrapesos.
  • Nuevos y viejos dictadores se afianzan en la escena internacional, mientras las democracias enfrentan un asedio constante: material, ideológico y narrativo.
  • Defender a activistas y periodistas es cada vez más riesgoso en un clima de violencia política y represión selectiva.
  • Resurgen nacionalismos e ideologías extremistas, incluso alimentando confrontaciones religiosas con consecuencias aberrantes como los genocidios: Yazadí en 2014, Rohinyá en 2017 y 2018 y actualmente el palestino en Gaza.
  • Nuevas tecnologías y la inteligencia artificial remodelan los sistemas económicos y políticos de manera aún impredecible, pero creando en el camino amenazas inéditas contra la privacidad y la libertad de expresión.
  • Todo mientras se profundiza la crisis climática global, se intensifican los flujos de personas migrantes y refugiadas y crece el descontento ante un sistema económico que ahonda la brecha entre clases sociales.

Es una época exigente. Sin embargo, persisten luces de esperanza:

  • Los movimientos sociales, especialmente los de mujeres, juventudes y comunidades del Sur Global, siguen demostrando una gran capacidad transformadora.
  • La sociedad civil organizada, a pesar de sus limitaciones, sigue siendo una de las fuerzas más creativas y resilientes del panorama internacional al permitir que la institucionalización de las luchas sociales más allá de las coyunturas políticas.
  • La capacidad de movimientos como el nuestro para articular voluntades y generar acción colectiva sostenida más allá de las fronteras y las diferencias, sigue viva y es relevante.
  • La tecnología utilizada para la represión también puede emplearse para facilitar la comunicación y la coordinación derechoshumanera. Además, novedosamente, permite el análisis y entendimiento de las complejas estructuras sociales que sostienen a la propia opresión.

Los retos para Amnistía Internacional

En este panorama de tensiones y esperanzas, en Amnistía Internacional debemos sostener nuestra vocación universal, pero adaptándonos de forma inteligente para responder a los cambios de un mundo que transita a un nuevo equilibrio. Nuestros valores siguen vivos y nuestros métodos siguen siendo oportunos, pero hay seis retos que atender:

  1. Debemos ayudar a encontrar nuevas respuestas a las críticas a la democracia.  Atender que los valores ilustrados y liberales fueron imperfectos, que el sistema internacional emanado de la posguerra fue insuficiente, pero reconociendo que únicamente en democracias nacionales y con instituciones internacionales multilaterales puede prosperar un mundo de derechos humanos.
  2. Hay que apoyar con firmeza a quienes defienden derechos humanos de manera pacífica. Su protección no es únicamente una cuestión ética, sino la condición para que la sociedad civil global siga existiendo y siga siendo relevante.
  3. Innovemos en la investigación y la incidencia. Hay que integrar tecnologías emergentes y nuevas metodologías para mejorar la rigurosidad que ya distingue nuestro trabajo y para comunicar de forma más eficiente en un mundo globalizado de meta realidad donde lo digital y lo material se interconectan y retroalimentan.
  4. Nuestra colaboración horizontal debe ser más coordinada. Encontremos mecanismos para construir estrategias regionales y subregionales. Compartamos más talento, conocimientos y recursos entre secciones y fortalezcamos la solidaridad internacional para una incidencia más efectiva.
  5. Abrazar la diversidad y la deliberación interna. En un mundo polarizado y agazapado ante la cultura de la cancelación, el movimiento debe mostrar que la discusión argumentada, incluso duramente persuasiva, es la vía correcta para tomar decisiones. Demostrar que podemos mantener debates difíciles sobre las ideas, pero sin trastocar a la identidad e integridad de las personas. En la diversidad de perspectivas radica nuestra fortaleza.
  6. Reforzar la independencia financiera como pilar de credibilidad. En tiempos de desinformación y”guerras narrativas”, donde los opresores desacreditan acusando que las organizaciones de derechos humanos dependen de “agentes extranjeros”, “empresariales” o “mecenas”, es más importante que nunca mantener y comunicar nuestra independencia financiera. Construida con pequeñas aportaciones de cientos de miles de personas individuales alrededor del mundo. Ahora más que nunca, todas las secciones tenemos la obligación de garantizar el uso óptimo de los recursos y de buscar la autosuficiencia nacional, como condición para un mayor impacto global.

Pensar en el futuro

La justicia global que buscamos requiere una reestructuración de los sistemas políticos y económicos, nuevas formas de cooperación internacional y una reinvención de los marcos legales que históricamente han protegido la dignidad humana. Esa es una conversación que debemos sostener como humanidad, pero en la que Amnistía Internacional puede aportar la templanza de su experiencia y una voz imparcial, rigurosa y basada en evidencia.

Nada de esto es sencillo, pero en Amnistía hemos demostrado durante más de seis décadas que podemos resistir, adaptarnos y renovarnos. Nuestra tarea hoy es asegurar que ese ciclo continúe: que los árboles de este bosque sigan creciendo, que nuevas generaciones encuentren suelo fértil para su lucha y que la dignidad humana permanezca como nuestra brújula inmutable en tiempos de transformación. Si lo logramos, quizá algún día mis propios hijos o los hijos de sus generaciones, miren al pasado y puedan decir: “En esa época, mi padre era parte de este bosque.”

[Todas las opiniones son a título personal y pueden o no coincidir con las de Amnistía Internacional]