Un amigo suele reaccionar a mis publicaciones políticas en Facebook desde un relativismo radical. Convencido de que el capitalismo es el gran “enemigo”, minimiza los abusos cometidos por gobiernos que considera “no alineados” como Rusia o China, mientras maximiza la crítica cuando se trata de países que asocia con la “derecha internacional”.
Ese modo de pensar no es un caso aislado. En América Latina, la polarización ideológica se ha intensificado: según Latino barómetro (2023), el porcentaje de personas que se auto ubican en posiciones extremas del eje izquierda-derecha pasó de 16% en 2013 a 29% en 2023. Es decir, hoy casi un tercio de la población ya no se sitúa en el centro, sino en los polos. Estas categorías, aunque caducas, siguen siendo útiles para generan identidad. Lo cual puede ser peligroso si se antepone la defensa tribal por sobre los hechos.
Considero que es consecuencia de que se nos fueron de las manos algunas corrientes postmodernas críticas de la Verdad objetiva. Si bien, es legítimo recuperar los “otros saberes” y las “epistemologías del sur”, debemos evitar caer en el error de considerar todas las ideas igualmente válidas, porque en ese terreno rápidamente podemos caer en una especie de autofagia: destruir los valores liberales que han hecho posible la democracia y la pluralidad de ideas, en beneficio de la imposición de “verdades” subjetivas.
En esta coyuntura, además de pensamiento crítico individual, necesitamos actores capaces de sostener el debate público en evidencias verificables, sin plegarse a la narrativa de un bando. Las universidades juegan un papel en eso, pero también lo hacemos la ciudadanía organizada.

Un ejemplo claro son organizaciones como Amnistía Internacional, que ha construido su prestigio a base de defender todos los derechos humanos de todas las personas, sin importar país, partido o gobernante. La doctrina de Amnistía se centra en sustentar su activismo en investigaciones rigurosas, comprometidas con la Verdad utilizando procedimientos técnicos, transparentes y replicables.
Uno de sus informes más recientes, Israel’s Extensive Destruction of Southern Lebanon (Amnesty International, 2025), es aleccionador sobre cómo la evidencia, construida con método, verificación y triangulación, se impone a la propaganda. La investigación documenta con precisión más de 10,000 estructuras destruidas entre octubre de 2024 y enero de 2025. Combina observación en campo, análisis satelital con algoritmos de detección de cambios, verificación digital de decenas de videos públicos (algunos difundidos por soldados israelíes), y múltiples entrevistas a residentes y autoridades locales. Cada afirmación se contrasta en múltiples fuentes, alcanzando un alto estándar probatorio.
Esta diligencia hace que, más allá de simpatías o antipatías, los hallazgos sean incuestionables: la magnitud de la devastación en aldeas como Kfar Kila, Maroun el Ras o Dhayra difícilmente puede justificarse bajo la noción de “necesidad militar imperiosa”. Es decir, nos encontramos ante crímenes de guerra. Esta pieza de veracidad, sumada a otras, revela un patrón: el ejército israelí no sólo está cometiendo crímenes de guerra en Gaza, también los está cometiendo en el Líbano.
Por lo tanto, la comunidad internacional debe llevar a juicio a Netanyahu y a su gabinete, y también exigir una reestructuración de las fuerzas armadas de Israel para evitar que vuelvan a cometer estos atropellos.
Justo esa es la fortaleza de una investigación bien hecha que muestra la Verdad empírica. Al enriquecer la discusión pública nos permite, por ejemplo, reconocer simultáneamente que el gobierno encabezado por Netanyahu está cometiendo genocidio y que Hamás es un grupo terrorista que oprime a la población gazatí y que ha saboteado durante años la posibilidad de una salida institucional al conflicto. Ambas Verdades, aunque incomoden por igual a partidarios de ambos bandos.
A propósito, Amnistía Internacional lleva años documentando la región procurando hacerlo desde la complejidad de su realidad política. Por ejemplo, en 2015 documentó los crímenes de guerra cometidos por grupos armados palestinos contra civiles israelíes y en 2016 exigió justicia para las víctimas de ambas partes. Más adelante, en 2022, acusó formalmente al Estado israelí de mantener un régimen de apartheid, mientras que en 2023 condenó enérgicamente los ataques de Hamás, y en 2024 concluyó que se está cometiendo genocidio en Gaza.
En este punto, es probable que algunos lectores sientan el impulso de abandonar la lectura. Esa incomodidad no es casual: es la reacción emocional propia del sesgo de confirmación y por eso, ojalá me regalen la lectura de unos pocos párrafos más.
La psicología cognitiva ayuda a entender por qué la deriva postmoderna gana terreno pese a generar desinformación y polarización. Sucede que las personas tendemos a preferir las narrativas que confirman nuestras creencias. El sesgo de confirmación nos lleva a aceptar sin crítica lo que coincide con nuestras convicciones y a rechazar con mayor dureza lo que las desafía (Nickerson, 1998).
Esto explica, por ejemplo, por qué desde el inicio algunos colectivos negaron a Israel el derecho a defenderse del criminal ataque terrorista del 7 de octubre de 2023 con el que Hamás arrebató la vida a 1,200 personas, hirió a otras tantas y secuestró a 251 rehenes. También explica por qué, a pesar del sinsentido que hemos visto en estos casi dos años, todavía algunos grupos desestiman o justifican las decenas de miles de civiles palestinos asesinados por los indiscriminados bombardeos israelíes. El derecho a la defensa propia de ninguna manera justifica esa violencia indiscriminada.
Los estudios sobre razonamiento motivado muestran que solemos procesar información política de manera sesgada, guiados más por la defensa de la identidad y la emoción que por la búsqueda de exactitud (Kunda, 1990; Nyhan & Reifler, 2010). De forma que el relativismo político no es solo una estrategia discursiva: responde también a mecanismos de defensa cognitiva que operan en cada uno de nosotros, pero que pueden tener consecuencias peligrosas.
La verdad importa también para reconocer que la sociedad israelí es víctima de un gobierno que ha instrumentalizado el terrorismo de Hamás para justificar una espiral de violencia. No olvidemos que antes del 7 de octubre, Netanyahu ya enfrentaba procesos judiciales por corrupción y protestas masivas contra su intento de someter al poder judicial (BBC News, 2023). Hoy mismo, dentro y fuera de Israel, hay comunidades judías movilizadas para detener los crímenes de guerra. Estigmatizar a una nación por lo que hace su gobierno es dinamitar la construcción del mundo post genocidio en Gaza.
Por eso importa tanto que existan informes como el de Amnistía Internacional sobre Líbano: porque traen a la mesa evidencia verificable, replicable y sujeta a estándares probatorios. Frente al relativismo que afirma que todo es cuestión de narrativa o de perspectiva, recordemos que la realidad es independiente del sujeto y que deja rastros que la propaganda no puede borrar.
En una época de desinformación y polarización, defender la Verdad es un acto profundamente político porque sin verdad no puede haber justicia. Vale la pena recuperar los valores de la modernidad ilustrada y recordar la vieja divisa de la Royal Society: nullius in verba! Es decir, no aceptar la palabra de nadie sin pruebas. Esa actitud, trasladada al espacio público, debería ser la condición mínima de un activismo ético.
* Artículo escrito a título personal, no refleja ni coincide necesariamente con las posiciones de Amnistía Internacional
Referencias
Amnesty International. (2015). Gaza: Unlawful and deadly: Rocket and mortar attacks by Palestinian armed groups during the 2014 Gaza/Israel conflict. Disponible en: https://www.amnesty.org/en/documents/mde21/1178/2015/en/
Amnesty International. (2016). Two years on still no justice for war crimes victims. Disponible en: https://www.amnesty.org/en/latest/press-release/2016/07/israel-opt-two-years-on-still-no-justice-for-war-crimes-victims
Amnesty International. (2022). Israel’s apartheid against Palestinians: Cruel system of domination and crime against humanity. Disponible en: https://www.amnesty.org/en/documents/mde15/5141/2022/en/
Amnesty International. (2023). Hamas and other armed groups must release civilian hostages and treat all captives humanely. Disponible en: https://www.amnesty.org/en/latest/news/2023/11/israel-opt-hamas-and-other-armed-groups-must-release-civilian-hostages-and-treat-all-captives-humanely
Amnistía Internacional. (2024). “Es como si fuéramos seres infrahumanos”: El genocidio de Israel contra la población palestina de Gaza. Disponible en: https://www.amnesty.org/es/documents/mde15/8744/2024/es/
Amnesty International. (2025). Nowhere to Return: Israel’s Extensive Destruction of Southern Lebanon. Disponible en: https://www.amnesty.org/en/latest/research/2025/08/israel-lebanon-extensive-destruction
BBC News. (2023, 23 de julio). Israel’s Netanyahu drops key judicial reform after protests. Disponible en: https://www.bbc.com/news/world-middle-east-66298018
Kunda, Z. (1990). The case for motivated reasoning. Psychological Bulletin, 108(3), 480–498. https://doi.org/10.1037/0033-2909.108.3.480
Nickerson, R. S. (1998). Confirmation bias: A ubiquitous phenomenon in many guises. Review of General Psychology, 2(2), 175–220. https://doi.org/10.1037/1089-2680.2.2.175
Nyhan, B., & Reifler, J. (2010). When corrections fail: The persistence of political misperceptions. Political Behavior, 32(2), 303–330. https://doi.org/10.1007/s11109-010-9112-2